¿Qué es el Steampunk? (I parte)

Hace unas semanas tuve la oportunidad de asistir en la Estació del Nord de Barcelona (marco incomparable) a la II Feria Steampunk, de la cual podéis ver algunas fotos en la sección de Eventos del blog, o desde este mismo link.

Pues bien, como el año pasado, a la cuál también asistí, volvió a encantarme. Ahora bien, muchos amigos que han visto las fotos se extrañan cuando contemplan los sorprendentes atuendos o parafernalias de las que algunos de los asistentes hacen gala. Son muchas las personas que, cuando les he hablado del Steampunk, me han mirado de forma rara, quizás suponiendo en sus fueros internos que volvía ser un grupo de frikis reunidos para alguno de sus inmaduros eventos.

Sin embargo, el Steampunk, nombre acuñado en la década de los 80 para definir a un subgénero literario de la ciencia ficción, ha crecido hasta convertirse en un movimiento sociocultural que engloba no sólo a la literatura, sino también a diferentes disciplinas artísticas como pueden ser el cine, la fotografía, la moda...

Y es que el Steampunk se desenvuele en un mundo en el que la máquina de vapor ha dominado la tecnología imperante, situándose principalmente en la Inglaterra de la época victoriana (a pesar de que existen también diferentes vertientes multiculturales, como bien podéis apreciar en esta web, sumamente interesante: http://beyondvictoriana.com/). Podemos hablar de que se tratan habitualmente de ucronías basadas en invenciones futuristas imaginadas por los visionarios de la época, desarrollándose historias vistas desde esa extraña percepción victoriana de las cosas.

Leyendo uno de mis blogs preferidos, el que regenta César Mallorquí -uno de mis escritores de cabecera- llamado La fraternidad de Babel, me hizo gracia ver que hace unos días escribía sobre el Festival de Fantasía de Fuenlabrada, al cual había asistido como invitado (es un gran escritor de literatura juvenil, fantasía y ciencia ficción, y curiosamente La isla de Bowen, novela con la que ganó el premio Edebé del año 2012 y el Premio Nacional de Literatura Infantil y juvenil, podría enclavarse fácilmente dentro de uno de los derivados del Steampunk llamado Dieselpunk). Según comenta César, en el programa del festival había un desfile de vestimenta Steampunk y eso, de buenas a primeras, le dio un escalofrío, porque a él le repelen los frikis, al menos lo que él considera hard frikis, ya que el mismo se considera un light friki. Más tarde descubrió que este tipo de friquez (acuño la palabra) es muy diferente a la que puede apreciarse en la famosa Comic-Con de San Diego, sí esa que suele aparecer en la serie The Big Bang Theory, y que acabó disfrutando con aquella procesión retrofuturista que circuló ante sus ojos.

Tal y como él mismo dice en su blog, algo que yo comparto totalmente, los frikis Steampunk, no sin dejar de ser frikis (que lo son), forman parte de un grupo de personas (de todas las edades) que añoran un mundo mejor, alejándose de la realidad actual y del miedo que provoca la incertidumbre de un futuro oscuro y amenazante. Se refugian en un universo de tecnología indescifrable, en un pretérito pasado que brilla con los destellos de sus precursores (Julio Verne, H. G. Wells...) buscando un oasis de imaginación y seguridad que no encuentran en la realidad actual. Y es una pena que eso sea así, pero como ellos, en ocasiones, ese mundo de fantasía victoriana me resulta mucho más gratificante que seguir escuchando las noticias que asaltan nuestros sentidos desde los medios de la comunicación, produciéndonos tan solo indignación y la certidumbre de que el futuro que viene no nos resultará nada halagüeño. 

Por eso me gusta el Steampunk con su extraña elegancia, su anacrónica tecnología, su fantástica imaginería... Y por eso volveré hablaros de este movimiento en próximas entradas.



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